Se corrió el más desigual, por momentos incomprensible, encierro de José Antonio Baigorri de todas sus visitas a la villa. La clase que da la vacada lodosana tapó el feote escaparate y los pinchas del disparejo envío pusieron mucho como para que la terna al completo hubiera sumado un buen número de trofeos. Al final sólo se cortó una oreja; la conseguida por Diego Bustos de Pícaro, el novillo, quinto, que, de lejos, fue el mejor presentado por hechuras y trapío.
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